New York, New York! Por fin llegaba el momento tan deseado de comenzar un viaje que el año anterior ya nos habíamos planteado. Pero no iba a ser solo eso. Para mí era algo más especial porque iba a reencontrarme con Linda, mi amiga americana, después de muchos años sin vernos. Fue tan generosa que nos invitó a pasar unos días en su casa. ¡Genial!
Con muchos nervios llegamos al aeropuerto JFK para tomar un vuelo interno al aeropuerto de Buffalo. Cuando llegamos esperamos un poquito a que Linda llegara. ¿Me reconocería? ¡¡Sí!! Allí estaba, como siempre. Fue un momento muy especial.
Después de un trayecto en coche, llegamos a Tonawanda, su pueblo, muy cerca de Buffalo. Estábamos como unos niños con zapatos nuevos. El sitio era precioso, y era como estar en una de esas series americanas que vemos por la tele: todas las casitas una al lado de otra, con su jardín, su caminito de entrada, sus banderas americanas por todas partes... No se puede negar que el espíritu patriótico lo inunda todo!
Salimos a pasear por el barrio acompañados de Linda.
Al día siguiente fuimos a un lugar al que no podíamos faltar: NIAGARA FALLS. En coche hasta allí y luego a caminar hasta Canadá para cruzar la frontera!! Las vistas son mucho más bonitas desde ese lado, porque hay una panorámica mucho más impactante.
El tiempo no nos acompañó demasiado, pero igualmente lo pasamos genial. Solo hay que poner un poco de buen humor y quitarle hierro al asunto. No habíamos volado 9000km para refunfuñar! No nos importaron ni el viento, ni la lluvia, ni los truenos.
¿Mosquitos o aviones? ¿Estamos en USA o en el Amazonas? ¡Pobre Linda!
Tras visitar algún otro lugar y compartir un buen rato con la familia de Linda, por ejemplo, comiendo en un mexicano,
y después de machacar la tarjeta de crédito en un outlet como jamás he vuelto a ver otro mejor, cogimos el vuelo a NY; con gran pena de no haber podido pasar más días con Linda... ¡¡Hasta la próxima, amiga!! New York City nos espera...
Llegamos de nuevo a JFK. A la salida del aeropuerto cogimos un taxi que nos llevó directos al hotel. Fue muy emocionante empezar a ver en la distancia los rascacielos. Nos hospedamos en el hotel The Shoreham. No era demasiado grande, pero una preciosidad en el interior. Todo de diseño, completamente nuevo, con una habitación amplia y una cama comodísima. Muy recomendable. Se encuentra situado a unos 15 minutos caminando de Times Square. En la 55 con la 5a avenida.Cerca de todo y de nada, porque si pensábamos que NY era enorme, creo que nos quedamos cortos.
Salimos a dar un paseo y familiarizarnos con la ciudad. Era casi de noche, así que decidimos no irnos demasiado lejos del hotel, pero caminando, caminando, de repente nos encontramos en pleno Rockefeller Centre. Así que, cámara en mano, empezamos a disparar. Estaba llenísimo de gente. Turistas por aquí y por allá nos mezclábamos entre los neoyorquinos. Ellos, en línea recta móvil en mano bla bla bla... y nosotros con la boca abierta y la cabeza echada para atrás para poder intuir donde acababa casi entre las nubes el Top of the Rock!!
Y con el mapa siempre dispuesto, con los lugares claves en fosforito, vimos que Times Square no estaba demasiado lejos, así que allí nos dirigimos la primera de las numerosas veces que pasaríamos por esas calles.
¡Menudo gentío! Casi no se podía ni caminar. La plaza estaba completamente abarrotada de gente. Pantallas gigantes, letreros luminosos, coches... Tal y como la habíamos imaginado: una ciudad en estado puro.
Y llegó el momento de cruzar una calle con todo el mogollón! Objetivo conseguido. ¡Corre, corre, que el semáforo se pone en rojo! La verdad es que daba lo mismo, entre la marea de personas no te iban a atropellar. Y volvimos a ese lugar de día y de noche, de día y de noche...
Dando un paseo por el centro de la ciudad nos encontramos con unos chicos que vendían tickets que servían para ir a la Estatua de la Libertad, subir al Empire State Building y utilizar un autobús con servicio hop on, hop off para usar durante tres días que nos podía venir muy bien. Así que decidimos comprarles a ellos los billetes. Nos indicaron dónde teníamos que ir para coger el ferry que te lleva al islote de la estatua, y nos dieron un mapa de las paradas de los autobuses de su línea. Cada 5 minutos llegaba uno. Eran buses turísticos y la verdad es que el servicio funcionaba de maravilla. La compañía se llama The Gray Line, y los autobuses son de color rojo. Los utilizamos como si de un taxi se tratara, y más de 3 días, como estaba marcado en el ticket, ya que si le dabas una propina al conductor y al guía no te decían nada. Así que os recorrimos la ciudad de arriba a abajo, de día y de noche, porque en el tur también estaba incluido un recorrido nocturno. Cada vez que te subías al bus era una aventura, porque los guías eran de lo más peculiar. Para nosotros se lleva la gran medalla de oro, un chico judío que era para mondarte de la risa!!
El primer día que llegamos al muelle para coger el ferry, fue demasiado tarde; no sabíamos que el último salía a las cuatro y media de la tarde, si no recuerdo mal, y había una cola enorme, así que ya nos dijeron que mejor fuésemos al día siguiente. Así lo hicimos, por la mañana nos dirigimos a Battery Park, a buscar la cola de gente que se veía desde bien lejos, la verdad!! A esperar...
Subimos al barco por fin, y atisbamos en la distancia la Estatua de la Libertad...
Es mucho más grande de lo que nos habíamos imaginado, y según la luz, adquiere un tono verde o azulado característico. No pudimos entrar al interior porque no sabíamos que había que haber hecho la reserva del acceso con anterioridad. Eso sí, para entrar y salir de la isla, te registran de arriba a abajo, con detector de metales, como en los aeropuertos. Las medidas de seguridad a la orden del día. En los alrededores hay un retaurante donde se puede comer un piscolabis o tomar un refresco.
A la vuelta teníamos pensado parar en Ellis Island, lugar por el que pasaban los irlandeses a revisión antes de entrar en la ciudad de NY. Si portaban alguna enfermedad eran devueltos al barco camino de Irlanda una vez más. Pero finalmente continuamos hasta la city porque empezó a llover y pintaba tormenta.
Fuimos al hotel a descansar un ratito para prepararnos de nuevo a salir. Esa noche tocaba espectáculo en Broadway!! Nos íbamos a ver un musical, of course!!
Recorrimos varios teatros buscando entradas para las obras que nos interesaban más, como El Rey León o El Fantasma de la Ópera, pero las localidades que quedaban disponibles para esa semana eran ya muy caras; así que paseando encontramos una que pensamos nos gustaría: Mary Poppins. Los decorados espectaculares, y los actores increíbles; y encima al final de la obra sorpresa incluida. No lo desvelo por si a alguien le apetece ver este musical, que realmente fue genial.
En la Quinta Avenida entramos en Tiffany's y vimos la iglesia de Saint Patrick, que llama la atención entre tanto rascacielo.
Otro punto de interés para nosotros era subir al Empire State Building, no a hacer el gorila, pero sí fotitos de las panorámicas de la ciudad. La cola era también de impresión, ya nos estábamos acostumbrando. Una vez en el edificio estábamos la mar de entretenidos; hasta unos amish vimos y todo, con sus ropas tradicionales y todo. ¡Qué puntazo!
Una vez en la terraza, ¡a disfrutar del espléndido día de sol!
Visitamos China Town, Little Italy, Five Points, que no se parecía ya en nada absolutamente a lo que en su día vimos en Gangs of New York... Claaaaaaaaaro Sniff Sniff
Seguimos caminando hasta llegar a Wall Street, foto con el Bull, que representa la fuerza de la bolsa y los negocios. Aunque para fuerza la del Atlas...
El domingo por la mañana nos habían recomendado ir a Central Park, porque es el día en que los neoyorquinos salen a correr, a pasear los perros, y jugar con los niños en los numerosos campos del parque. La verdad es que es un lugar con un encanto especial, pero tremendamente gigante... Así que llegó un momento que no había manera de salir. Un lago por aquí, un lago por allá, una estatua por aquí, otra por allá (mi favorita la de Alicia en el país de las maravillas). Total, que estuvimos toda la mañana de un punto del parque a otro hasta que decidimos ponernos un objetivo y dirigirnos hacia los rascacielos para volver a la población.
Nuestro hotel quedaba muy cerca del MOMA, así que aprovechando que un día a la semana es gratuita la entrada, lo visitamos. Buscábamos el cuadro de Andy Warhol, el de Marilyn. Y vaya decepción! Resulta que la pintura de la actriz es más canija que yo qué sé! En fin, al menos nos hizo ilusión verlo. También encontramos la Latas de Tomate de Campbell; y una exposición impresionista maravillosa. Mi favorita.
Y esto fue, en resumen, nuestro viaje a New York. Pero... sabíamos que algún día volveríamos. Continuará...
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