Los viajes que menos piensas muchas veces son los que mejor salen. En este caso decidimos irnos el puente de diciembre a pasar unos días por Europa. Nos fuimos a la agencia y pedimos el destino que estuviera disponible. Solo teníamos tres días para prepararlo todo.
Llegamos a Praga al anochecer. De hecho, enseguida oscurece en la ciudad en diciembre, así que fuimos directos al hotel a dejar el equipaje. Nos hospedamos en el hotel Eurostar David****, situado cerca del centro, pero no en él. Tras ello salimos por los alrededores a dar un paseo y a buscar un sitio para cenar. Hacía bastante frío, pero íbamos bien preparados con camisetas térmicas y buenos abrigos. A un par de manzanas entramos en un sitio que estaba abierto y nos pareció que tenía buena pinta. Se anunciaba como restaurante tailandés, pero en la carta tenía una gran variedad de platos orientales y europeos. Todo estaba delicioso, y muy bien de precio. Eso lo podríamos comprobar más tarde en muchos de los establecimientos donde comimos. Este se llamaba Lemon leaf, en la calle Myslikova, 14. Salimos del restaurante que era más de medianoche, así que tras beber un par de cervezas ("piva" en checo), decidimos ir a descansar al hotel.
Lo primero que hicimos fue comenzar la ruta tal y como la habíamos planeado. La ciudad se divide en cuatro zonas, podríamos decir:Staré Město (Ciudad Vieja)y Nové Město (Ciudad Nueva, extensión de la vieja), Hradčany (la zona del castillo), Josefov (El barrio judío) y Malá Strana. Antes de dirigirnos a la ciudad vieja sin duda queríamos pasear por el Puente de Carlos, sobre el río Moldava. Hay unas vistas preciosas. Lástima que estaba en obras y no pudimos hacer una foto en condiciones de todo el panorama. Había además muchísima gente. Praga es una ciudad muy turística porque es de cuento de hadas y es muy asequible en cuanto al bolsillo se refiere.
Los puntos principales que hay que visitar en cada barrio serían los siguientes:
Hradčany: el Castillo de Praga, la Catedral de San Vito, el Callejón del Oro (casa de Frank Kafka).
Malá Strana: Puente de Carlos, Iglesia de San Nicolás, Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria (para ver el Niño Jesús de Praga).
Staré Město: Iglesia de Nuestra Señora de Týnn, Ayuntamiento Viejo (Reloj Astronómico), Klementinum (Mozart tocaba uno de los órganos).
Josefov: el cementerio Judío y las sinagogas (Vieja-Nueva, Española...)
Nové Město: Edificio Danzante, Plaza de San Wenceslao.
El barrio del castillo tiene en él su principal encanto. Hay que subir hasta la parte alta de la ciudad desde se observa toda Praga. Más que forma de castillo, tiene forma de palacio de época, con lagas galerías y amplios ventanales. Junto a él se encuentra la catedral de San Vito, a la que no entramos porque había una cola interminable. Optamos por entrar a otra iglesia más pequeñita que hay en la zona. Por allí se puede tomar un café o un chocolate bien calentito, que el cuerpo lo agradece, la verdad.
Tras la catedral, un bonito árbol de Navidad decoraba el panorama.
Otro de los lugares que nos había llamado la atención era El Callejón del Oro. Hay que pagar para poder visitarlo; es uno de los rincones con más encanto de la ciudad. Está flanqueado por numerosas casitas pintadas de colorines, que se caracterizan por lo pequeño de su tamaño, que llama la atención. Hay que agachar un poco la cabeza si se quiere entrar en ellas. Hoy en día ya no son viviendas, sino pequeñas tiendas de artesanía local; pero antiguamente sí lo eran, y una de ellas, el número 22, fue el lugar donde vivió el escritor Kafka en su estancia en la ciudad. En él vivieron también durante la Edad Media numerosos alquimistas.
Al entrar en el callejón nos llevamos una agradable sorpresa. Pensamos que el acceso únicamente permitía dar un paseo por la calle y visitar las tiendecillas; pero vimos que se podía entrar en una de las casas. Subimos las escaleras y lo que nos econtramos fue una especie de museo medieval. En él había expuestas numerosas armas que usaban los soldados en las batallas, trajes militares, vestidos de las damas de la corte, una sala de torturas, alguna que otra habitación amueblada y un lugar donde, por un par de euros, podías disparar una ballesta. Y claro, no nos íbamos a quedar con las ganas...
Terminada la visita a Hradcany, volvimos hacia el centro.
Uno de nuestros lugares favoritos es la zona vieja, la plaza con la Iglesia de Týn como telón de fondo. Al ser diciembre, al plaza estaba decorada con un árbol de navidad enorme, y el ambiente del mercadillo de Navidad, la daba una sensación muy especial. Lo más típico son unos adornos en madera muy fina, que representan diferentes detalles navideños. También se bebe una especie de vino caliente y hay numerosos puestos de comida. Un dulce típico son las galletas de barquillo, de diversos sabores.
Otro de los momentos que no se pueden perder si se visita Praga es aquel en que el reloj astronómico medieval da la hora en punto. Se encuentra en una de las paredes del Ayuntamiento. Tiene tres partes principales:
- El cuadrante astronómico, que indica las 24 horas del día y representa las posiciones del sol y de la luna en el cielo.
- Las figuras animadas que incluyen "El paseo de los Apóstoles", un mecanismo de relojería que muestra, cuando el reloj da las horas, las figuras de los Doce Apóstoles.
- El calendario circular con medallones que representan los 12 meses del año.
Delante de la torre se concentra una gran multitud de personas, cada hora en punto desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche, ya que es el momento en que las figuras se mueven. Las figuras que flanquean el reloj son cuatro alegorías, que representan, de izquierda a derecha:
- La Vanidad representada por un hombre que sostiene un espejo en la mano.
- La Avaricia representada por un comerciante judío con su bolsa de dinero.
- La Muerte representada por un esqueleto matando el tiempo, representado por un reloj de arena.
- La Lujuria representada por un príncipe turco con su mandolina.
En la ventana izquierda aparece San Pablo sosteniendo una espada y un libro; le sigue Santo Tomás, con un arpón; San Judas Tadeo, con un libro en su mano izquierda; San Simón, mostrando una sierra, pues es el patrón de los leñadores; San Bartolomé, con un libro y San Bernabé, con un papiro.
En la ventana derecha asoma San Pedro con una llave, como guardián de las llaves del cielo. Le siguen: San Mateo, con un hacha, pues es el patrón de constructores, carpinteros y herreros; San Juan, San Andrés, con una cruz y Santiago.
Cuando las ventanas se cierran un gallo añadido en 1882 aletea y canta, después suenan las campanas en formato de 24 horas.
Si queréis saber más cosas sobre el reloj, yo he consultado este link.
Por la noche fuimos a cenar a uno de los estupendos restaurantes que se pueden encontrar desperdigados por la ciudad, qe por cierto, es uno de los lugares donde mejor hemos comido de toda Europa, todo sea dicho.
Recomendado por una amiga de carlos, habíamos hecho la reserva con antelación, desde España, por internet, del Triton. ¡¡Una maravilla!! El lugar muy original, porque tienes que bajar unas escaleras, y entras como en una especie de cueva, en la que te reciben como en un restaurante de lujo, retirándote el abrigo y guardándolo en el ropero. A continuación, te acompañan a la mesa y te ofrecen la carta. Se veía un restaurante de categoría. Nos habían dicho que es un sitio caro, dentro de los precios de Praga. Fue el día que más cara nos salió la cena, pero es que el precio rondaba por los 30 euros por persona! Así que ya veis... Un restaurante de mucha categoría a precio de turista. En la página web se puede consultar el menú y ralizar la reserva online, nosotros no tuvimos ningún problema. Todo salió redondo.
Cerca de nuestro hotel, en la orilla del río Moldava, se encuentra otro edificio característico de la ciudad, pero que de antiguo ya no tiene nada. Es el Edificio Danzante, o como se le conoce popularmente Fred y Ginger, en memoria de los bailarines Fred Astaire y Ginger Rogers. Fue diseñado por el arquitecto Frank Ghery, que en nuestro país ha dejado también recuerdo (El Museo Guggenheim en Bilbao, por ejemplo).
Y seguimos disfrutando de la ciudad, paseando de aquí para allá.
Escuchando música en cada rincón
Viviendo el ambiente navideño
Llega el momento de visitar el barrio judío de la ciudad: Josefov, situado en la parte norte de Staré Město. Nada más entrar en él no puedes ignorar dónde te encuentras. Estrellas de David se cruzan ante tus ojos en cada rincón. Todo cambia. Pero, sin duda, lo que más llama la atención es la larga cola de gente que espera ante una oficina de venta de tíquets, que dan acceso a las diferentes sinagogas y al cementerio.
Miles de tumbas que se apelotonan unas encima de otras (hay más de 11.000 sepulturas) hacen que la piel dé un respingo.
Sobre numerosas tumbas encontramos pequeñas piedras y monedas. Nosotros también colocamos algunas piedrecitas. Según la tradición, se colocan para "acompañar" al difunto y que no caiga en el olvido.
Con la entrada al cementerio también se tiene acceso a alguna otra sinagoga. No a la más popular, la Vieja-Nueva, una de las más antiguas de Europa, del sXII. A esta no fuimos porque la cola era interminable. Nosotros, por curiosidad del nombre, fuimos a visitar la Sinagoga Española. Y creo que acertamos de pleno, porque es uno de los templos más bonitos que he visitado.
En la parte superior del edificio, hay expuestos diferentes documentos y fotografías de judíos realizadas durante la Segunda Guerra Mundial. Ponía la piel de gallina, ver cómo aún podían sonreír ante la cámara, a pesar de tener que salir a la calle marcados con la estrella amarilla, que delataba su condición ante los nazis.
De camino a la Plaza de San Wenceslao decidimos quedarnos por allí a cenar.
Y al oscurecer del día suguiente a ver una de la obras del famoso Teatro Negro. Imagino que no tuvimos mucha suerte, porque la que nosotros vimos no era nada buena, la verdad. Sí que es bonito el juego de luces y colores sobre la oscuridad, pero se queda en eso.
Una vez que ya hicimos las visitas a los diferentes barrios, seguimos paseando una y otra vez por el centro de la Ciudad Vieja, que para nosotros fue lo mejor.
En uno de los paseos por la zona del castillo nos ocurrió algo curioso.
Vimos un edificio muy bonito, The Alchymist, un hotel de lujo de cinco estrellas, con un señor de etiqueta que daba la bienvenida a la puerta del mismo. Nosotros pensamos que sería un lugar carísimo. Por curiosidad nos acercamos a la entrada porque tenian la carta del restaurante a la vista del público, y cuál sería nuestra sorpresa, cuando descubrimos que el precio del menú no eran más de 12 euros por persona??? No nos lo podíamos creer. Hicimos el cambio de moneda tres o cuatro veces, no fuese el caso que nos hubiésemos equivocado, pero no!! Ese era el precio... Así que, después de confirmar el precio antes de entrar, tomamos mesa.
Demasiado lujoso, incluso casi rococó, pero pensamos que por una vez, no estaría mal. A ver qué tal se comía en un lugar así.
Y os puedo asegurar que no nos decepcionó en absoluto!! Todo estaba delicioso, como en todos los restaurantes que entramos. Pero si hay algo de lo que me acuerdo en especial es del postre. Yo no soy mucho de dulces, pero creo que nunca he comido un pastel tan rico como aquel: Apfelstrudel (una especie de tarta rellena de manzana y canela), un postre típico de Austria y sur de Alemania, pero que en Praga también han aprendido a hacer de maravilla!!
Y después de comer... a bajar la barriguilla.
Otra tarde no podíamos perdernos un concierto, de los numerosísimos que se ofrecen por toda la ciudad. Quizás tenga que gustarte la música clásica, o no! Simplemente estar en un lugar como el Klementinum, delante del órgano que en multitud de ocasiones había tocado el propio Mozart, te transportaba a una época bien diferente de la nuestra.
Música en cada rincón...
Mucho frío, y eso que nos libramos por poco de la nieve...
Un paseo nocturno es también algo peculiar.
Entrar en las tiendas de marionetas, hace que pases unos cuantos minutos dentro de un cuento.
Hasta otra, Praga, ciudad de cuento de Hadas
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